miércoles, 13 de marzo de 2013

Un mal anfritión [Rel]

Buenas un día más, gracias por leerme en este, mi sitio, nuestro sitio.
Hoy os dejo una mini redacción de hace dos años en la que vais a pensar que estoy loco. Tranquilos. No solo escribo sobre muerte, Apocalipsis y destrucción, simplemente que ha dado la casualidad de que mis primeros tres posts lo son.
Nada más, comentadme si os gusta.

Un gran saludo.
Jose

Siempre corrieron rumores sobre la casa abandonada del pueblo, yo no me los creía…

Soy Jorge, y este Halloween decidí hacer algo especial. Tras mucho pensarlo, se me ocurrió invitar a mis amigos a pasar la noche en la ‘’mansión encantada’’, un chalet abandonado del que se decía que quien entraba no podía salir… Cuentos de viejas.

El caso es que allí estábamos: María, Elena, Jorge y yo (un par de amigos se habían rajado, decían que tenían otros planes…) esperando a la puerta de esa terrorífica vivienda que tantas falsas historias había creado… Por desgracia, no se me ocurrió creerme ninguna de ellas.

Al final yo tome la iniciativa, como buen ‘’anfitrión’’, y decidí abrir la puerta. Entonces pasó. Un escalofrío helado sacudió nuestros cuerpos, y todos escuchamos nuestros nombres. Los decía una voz metálica, apagada, que provenía del interior de la casa. Ninguno hablamos, pues sabíamos que con el mínimo comentario, echaríamos a correr. Solo yo dije:

-¡Qué viento corre aquí!, ¿no?

No obtuve respuesta, o al menos respuesta humana…

La noche pasaba. Y nuestro nerviosismo iba en aumento. Se oían ruidos de objetos cayendo en el piso superior, ruidos que ninguno quisimos escuchar. Por un instante se me ocurrió ofrecer preparar una oui-ja, pero esa idea desapareció en cuanto vi caer la lámpara del techo. Esta lámpara había caído justo en el lugar donde estaba yo sentado, antes de levantarme para proponer ese juego. ¿Se trataría de una señal? No lo sabía, pero no me iba a parar a averiguarlo. Salimos corriendo: yo encabezaba el pelotón, hacia la única salida de la casa, pues las demás se habían cerrado en otra época. Cuando llegué, el corazón me dio un vuelco. La puerta daba signos de estar firmemente cerrada, y junto a ésta, había una nota que rezaba: ‘’Pregúntame por las llaves… si quieres salir’’. Esa nota estaba acompañada de un antiguo tapete , con letras y números sobre él… ¡Era una oui-ja! Ninguno de nosotros podría haberla puesto allí, no nos habíamos separado en ningún momento. Aún así, tenía que preguntar:

-¿Quién ha sido el graciosillo? Mira que esta casi nos asusta a todos, ¡eh!

-Yo no- dijeron María y Elena al unísono

-Yo no- dijo Jorge, intentando mostrar valentía frente a las chicas.

-Yo no- dijo…dijo… QUIÉN DIJO EL TERCER YO NO?

Necesitaba aclarar mis ideas, les dije que me acercaba al baño, la única habitación en la que había un poco de claridad al reflejarse a través de la ventana algo de luz de una farola. Cuando entré, cerré la puerta, eché el pestillo y me senté en un taburete. Busqué, sin resultado, algo de cobertura, y después busqué una explicación a todo esto. Mientras la buscaba, un grito sacudió toda la casa. Instantes después otros lo acompañaron. El corazón me dio un vuelco

-¡¡No tiene gracia!! Dije con todas mis fuerzas, para hacerme oír por encima del eco de aquellos escalofriantes gritos…

Nadie respondió. Solo oí pasos corriendo, alejándose de mi posición. Intenté abrir la puerta; podría decir que para atrapar al ‘’bromista’’, pero en realidad lo hice para huir. ¿Para huir de qué?, pensé. Pero entonces, me di cuenta de que puerta estaba atrancada, posiblemente por el otro lado. Empujé con todas mis fuerzas, al principio sin cambio alguno. El sudor recorría mi rostro en lo que trataba de abrir la puerta. Cuando quise darme cuenta, ya estaba fuera.

Nunca olvidaré lo que ví, quizás… porque fue lo último.

Jorge tenía mutilada la nariz y orejas; María tenía cortadas manos y pies; y Elena… Lo que había junto a ella parecía su lengua. Junto todos los restos, había una nota, escrita con la propia sangre de los tres, en esta ponía: ‘’Los cinco seréis uno’’ Piel,nariz, oído, lengua… Faltaba algo, algo que yo debía completar. Pero lo descubrí demasiado tarde. Algo me zarandeó por detrás y me tiro al suelo. Lo ÚLTIMO QUE VI, fueron unas tenazas negras sangrientas. No podía ni gritar. Solo pude decir:

-No, no.. por favor…

El eco de mis súplicas se perdió en la casa

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