jueves, 30 de mayo de 2013

Mundo

Todo pasa y todo queda
pero lo nuestro es pasar
pasar haciendo caminos
caminos sobre la mar.
                      (...)
  J.M. Serrat


Hay veces que es más fácil y otras veces más difícil. Escribir es expresar muchas cosas a la vez, y por eso a veces no resulta tan sencillo. 

En algunos momentos, como ahora, da la sensación de que escribir nunca será suficiente para decir lo que uno quiere, pero al menos hacer el esfuerzo de intentarlo merece la pena.

Hoy quería hablar de algo complicado, muy doloroso, de algo que compartimos todos y cada uno de nosotros. Algo en la mayoría de los casos cruel, siempre injusto, aunque a veces liberador.


Yo escribo actualmente desde la más completa ignorancia en este sentido, y aún así me es prácticamente imposible expresarme, pocas veces me había pasado algo así. Bueno, allá voy.




Para vosotras, para él que os acompaña, para los que os ayudan, para ella.


Mundo


Érase una vez una inmensa ciudad llamada mundo. En ella vivían millones de casas agrupadas en urbanizaciones y a su vez en barrios. Había casas enormes, pequeñas chabolas, urbanizaciones de lujo, con fachadas llenas de colorido, balcones y plantas; y otras que, más modestas, formaban hileras de chalets de igual apariencia por fuera. La región era continuamente sacudida por terremotos, algunos más grandes, otros más pequeños. Unos más bruscos, otros que duraban en el tiempo. No había nada que temiesen las casas más que un terremoto, era un tema de conversación tabú, y siempre se trataba de evitar pensar en ellos: sabían perfectamente los estragos que podían causar. Casas grandes, urbanizaciones enteras se habían caído por pequeños temblores.

En un punto de aquella ciudad existía una pequeña casa que no sobresalía de las demás. Una casa en la que paredes y suelos vivían felizmente. Y allí estaban los dos pequeños tejados de esa casa. Cada uno hacia un lado, haciendo esa graciosa forma triangular que tanto caracterizaba a la casita. Con el paso del tiempo había habido reformas, y había aumentado su tamaño hasta convertirse en una modélica casa de la urbanización.

La casa era sujetada por dos enormes columnas que sostenían la techumbre. Gracias a esos pilares, los tejaditos podían mirar qué había más allá, dormir bajo un manto de estrellas; podían anhelar un futuro en algún lugar maravilloso de aquellos que describían los pájaros cuando se posaban sobre los tejados para descansar.

Pero un día se empezaron a oír siseos. No era nada del otro mundo, pero eran inquietantes. Al cabo del tiempo los siseos se tornaron en susurros, y de ahí a vibraciones. La casa entera se asustó, pero viendo que no esos temblores no afectaban a los pilares que la tenían en pie se tranquilizaron. Entonces un día, ocurrió.

Una sacudida brusca, como las cientos de miles que ocurrían a cada instante en esa inmensa ciudad; pilló desprevenido a ese hogar. Todo se tambaleó peligrosamente y, cuando el suelo volvía a la calma, un pilar cayó. Se levantó una increíble polvareda que penetró en los poros de todas y cada una de las partes de esta casa. El resto de la estructura se sacudió, y toda ella se resignó al derrumbamiento inminente.

Los dos tejaditos se asustaron: Ese pilar era uno de los que los sostenían allí arriba, tan alto. Esos pilares se habían sacrificado desde el principio para llevarlos hasta lo más alto. Y ahora, allí, en la cima del mundo, tuvieron miedo.

Siempre habían visto a esos dos pilares que les dieron vida como algo que estaría allí para la eternidad. Ni siquiera cuando se empezaron a oír los siseos bajo tierra se les ocurrió pensar que era posible que ocurriese algo así. Pero ocurrió. La casa había quedado severamente dañada, y ahora los tejaditos se mantenían allí entrelazando sus manos para no caer. Estos tejaditos se miraban cara a cara durante largas horas. Pensaban que no volverían a ver las estrellas fugaces surcando el firmamento, condenados a guardar esa posición para evitar la inminente caída. Con el paso del tiempo las lágrimas les inundarían los ojos al mirar brevemente hacia abajo y ver qué había ocurrido. Entonces se apretaron mucho más fuertemente para evitar el derrumbamiento que se avecinaba.

Todas las casas de alrededor se aterraron por la noticia. Pero la noticia fue muchísimo más allá. Los pájaros que tantas veces se habían posado sobre la casa esparcieron la noticia en todas direcciones, y muy pronto se supo la fatal noticia, y lo que podía desencadenar.

Mientras, los dos tejaditos habían dejado de llorar. Sus lágrimas se habían derramado creando un pequeño charco en el lugar que había dejado la columna. Pero estos tejaditos no se habían fijado, porque habían cerrado los ojos. No aguantaban más. Entonces, al cabo de los días, una noche abrieron sus párpados lentamente y se miraron fijamente. Sin más comunicación que dos miradas, acordaron soltarse las manos y dejarse caer al vacío. Con una última sonrisa volvieron a cerrar los ojos, separaron sus dedos y se enfrentaron a la caída.

No pasó nada.

Pasaron unos breves instantes, y al no sentir ningún impacto, y sentir que seguían de una pieza, abrieron sus ojos lentamente intrigados, y miraron hacia abajo una vez más. Lo que allí vieron las hizo llorar de nuevo:

Debajo, unos metros más allá de donde sucedió el desastre, se levantaba una nueva columna. Pero no era una columna cualquiera. No pretendía sustituir a la que ya había antes, pues era imposible, sino que era… distinta. Al recorrerla con la mirada observabas su increíble composición.

En vez de una columna maciza, lo que allí se levantaba era una sucesión de pequeños elementos de lo más variopintos: desde tejas y pequeños nidos hasta montones de plumas y serrín. Una pequeña paloma que tantas veces había conversado con ellos acababa de aparecer por la ventana, y terminaba de colocar una ramita que acabó de estabilizar la estructura. Los dos tejaditos observaron el nuevo pilar, tan flamante, tan distinto, pero a la vez tan parecido.

Al escuchar la noticia, esta recorrió largas distancias en apenas un breve periodo de tiempo. Mundo, esa ciudad que ya se había resignado a los temblores y al derrumbamiento de tantas y tantas casas, se enfrentó a ellos.

Nada más conocer que los dos tejaditos se mantenían en pie, todos y cada uno de los habitantes de Mundo aportó su granito de arena en un acuerdo global que no necesitó palabras para materializarse. Las aves se ofrecieron a transportar todo, y así pronto Mundo entero quedó volcado en esa casita. Pájaros de todos los tamaños transportaron grava, tejas y ladrillos que las casas ofrecían sin parar. Pero también llevaron nidos usados, y sus propias plumas que habían perdido en las mudas.

Y así, poco a poco, se fue levantando una columna que alcanzó casi tan alto como donde estaban los tejaditos. Cierto era que esa columna no habría sido capaz de llevarlos hasta esa altura, ese era un papel que solo pudo hacer el pilar original; pero al menos pudo sostener el suficiente tiempo a los tejaditos, que abrieron los ojos a una nueva vida.



***

Mundo era una gran ciudad. En ella vivían millones de casas agrupadas en urbanizaciones y a su vez en barrios. Había casas enormes, pequeñas chabolas, urbanizaciones de lujo, con fachadas llenas de colorido, balcones y plantas; y otras que, más modestas, formaban hileras de chalets de igual apariencia por fuera.

En un punto de aquella ciudad existía una pequeña casa que no sobresalía de las demás. Una casa en la que paredes y suelos vivían felizmente. Y allí estaban los dos pequeños tejados de esa casa.

La casa era sujetada por dos enormes columnas que sostenían la techumbre. Una de ellas, había estado allí desde el principio. La otra era una columna única en Mundo, una columna hecha de amistad y amor, la clase de columna que se merecían dos tejaditos como ellos.

Nadie había reparado en el hueco donde algún día se había asentado la columna que allí había estado tanto tiempo. En ese hueco, que tiempo atrás había sido inundado con las lágrimas de los dos tejaditos, un pequeño jardín de malvas y amapolas dotaban al lugar de una nueva vida. 


miércoles, 29 de mayo de 2013

Mi primera actu (vaya un título significativo)

Buenas actualizadas!
Aquí estoy, haciendo acto de presencia para avisaros de que ya he publicado un textito más en Some Life Scripts, la tercera parte de la saga de FanFiction de Once Upon a Time (¿qué de información en dos líneas eh?).
Espero que la disfrutéis como hice yo escribiéndola

Por cierto, os dejé con las ganas de algunas críticas cinematográficas, algún día de estos os compensaré ok?


Un Saluactualizado

martes, 28 de mayo de 2013

Desequilibrio (Secreto de 2 III)

No os entretengo, aquí os dejo la tercera entrega de Secreto de dos...

El título es temporal, acepto ideas jejeje






Desequilibrio


Todo empezó a temblar, y Henry supo que algo no iba bien. Algo que salió expulsado de lo más profundo de él tiñó la esfera de magia con un tono azabache que no auguraba nada bueno. Culpa. Arrepentimiento. Cuando quiso volverse atrás le pasó como la primera vez, estaba paralizado. Así que decidió tranquilizarse una vez más y dejar que todo pasase. Ruby también había notado el cambio, pero ella sí que se preocupó. El instinto que llevaba controlando tantos años se estaba desatando una vez más, y notaba que perdería el control sobre sí misma de un momento a otro. Entonces pensó en él, en Henry, y en lo que podía pasar si no podía controlarse estando él tan cerca. 

-CORRE-pensó con todas sus fuerzas, proyectando de alguna manera ese pensamiento hacia el chico. Henry lo oyó y sabía que no podía moverse, era inútil, ya lo había intentado otras veces. Además, sabía que de un momento a otro llegaría el aislamiento sensorial y entonces no podría percibir ni su propio cuerpo, ¿cómo iba a correr?

Ruby se encontraba al límite de sus fuerzas. Su lobo interior no le daba tregua, intentando hacerse con el control de su voluntad. Estaba hambriento y podía oler perfectamente la carne fresca a apenas unos metros. Ruby no entendía por qué Henry no se movía ni un centímetro, y cuando estaba a punto de sucumbir al Lobo, hizo acopio de las fuerzas que le quedaban y las disparó hacia el chico, saliendo este despedido de la esfera mágica. Entonces la burbuja se rompió, liberando así el humo negro que contenía. La magia, esa clase de magia tan pura mezclada con un sentimiento tan humano como el arrepentimiento...

Era el fin. 

El aire de Storybrooke empezó a oscurecerse junto a las almas de todos sus habitantes. La luna dejó de reflejarse en los charcos, un viento sin origen soplaba en todas las direcciones. Storybrooke enfermó en el acto, y esta enfermedad la percibieron todos los seres que se encontraban en su territorio. Pesadillas terroríficas invadieron los sueños de los habitantes de Storybrooke, pesadillas que solo unos pocos recordarían al día siguiente. Las aves echaron a volar en mitad de la madrugada para alejarse de ese lugar.

Mas Henry no se dio cuenta, porque apenas recuperó el conocimiento se encontró enfrente de un lobo hambriento y dispuesto a atacar de un momento a otro. Echó a correr. Bien sabía que nada podía hacer contra la velocidad de esa bestia, pero fue más bien un acto reflejo, mientras esperaba que unas garras le derribasen desde atrás. Se equivocaba. Aceleró y aceleró y cuando se quiso dar cuenta apenas percibía los árboles, que iba dejando atrás a una velocidad endiablada. No entendía porque no le alcanzaba el lobo, a pesar de que lo sentía a escasos metros de él. Miró hacia abajo y se encontró prácticamente flotando, avanzando a una velocidad que rozaba lo imposible y sin apenas ver sus piernas. Aún así, el lobo estaba acortando distancia.

Ruby se encontraba en una telaraña que la tenía atrapada, no podía mover ni un músculo. Esa red viscosa se adentraba en ella transfiriéndole lo que estaba haciendo con su cuerpo el lobo. No era ella quien lo controlaba, de hecho, ella solo podía observar la cacería como si se tratase del cine. Ella sabía que lo que controlaba a la bestia era esa magia que había percibido, distinta. La chica notaba que solo era compartía una pequeña parte de su ser con el lobo, la correspondiente con sus funciones vitales, pero no se le ocurría como aquello podría ayudar a Henry, que se acercaba peligrosamente. Cuando apenas se encontraba a tres metros del chico, lo vió:

Henry Mills, aquel con el que había compartido tantas veces esa magia ahora estaba envuelto de ella. Una nube prácticamente transparente le empujaba a continuar, pero no lo suficiente rápido. Ruby había escuchado leyendas que le había contado su abuela en las que se teorizaba con qué ocurriría si un humano mezclase su alma con Su Magia, las teorías más optimistas hablaban del exterminio de todo ser vivo... 

Henry huía. Al cabo de los segundos pudo hacer balance de la situación. Se encontraba alcanzando una velocidad increíble a treinta centímetros del suelo sin llegar a tocarlo, envuelto en algo que lo hacía avanzar, pero no sabía catalogar de bueno o malo. "Si no llega a ser porque un lobo hambriento intenta devorarme esto molaría", pensó. Es curioso cómo reacciona la mente humana ante una situación extrema. En ese caso, Henry  se rió de su ocurrencia.

Ruby escuchaba risas, no sabía de dónde. Unas carcajadas que ya había oído tantas veces que le fue muy fácil identificar.
-¿Henry?
Henry escuchó que sus pensamientos le llamaban, estaba volviéndose loco, así que no perdía nada por responderles.
-Aquí estoy, ¿con quién hablo?
-Henry, soy Ruby
Ninguno había movido la boca, no emitían sonido alguno. Simplemente, se pensaban.
-¿Ruby?
-La misma
-Ah... Genial, ¿me haría el favor de dejar de intentar devorarme?-Henry no entendía de dónde había sacado ese humor, sería por el hecho de que era su mente y no él la que estaba hablando-. Es algo incómodo, ¿sabes?
-Qué gracioso, yo que te perseguía porque pensaba que te gustaba.
La absurdez de conversación que mantenían era debida a que eran sus subconscientes, y no ellos, los que formulaban las preguntas.
-¿Qué has hecho Henry?
-No lo sé. Llevaba haciéndolo muchos meses sin que... Bueno, supongo que tú te diste cuenta desde el principio, ¿no?
-Sí, pero nunca había pasado algo así. ¿Qué ha cambiado?
-No ha cambiado nada, solo traigo lo que llevo puesto y un enfado que no te imaginas. ¿Puede hacer algo un enfado?
Vaya que si podía. Un enfado era algo muy simple pero al mismo tiempo muy poderoso, muy humano. Esa clase de cosas que nunca habría que mezclar con Esa Magia.

Entonces Ruby lo entendió. El lobo trataba de destruir a el que había sentenciado el mundo en el que vivían, acabando así con el desequilibrio formado. Simplemente era eso, tan sencillo, su muerte. Pero ella, en un mundo en que todos los habitantes de su pueblo habían conseguido encontrar la felicidad a su manera hacía apenas unas semanas, veía incomprensible que ese que corría para salvar su vida pudiese  ser la razón por la que todo terminase.

Henry sintió EXACTAMENTE lo que estaba pensando Ruby. Él siempre había querido ser un héroe, pero eso no implicaba que tuviese que morir. No tan pronto. Al fin y al cabo sería un héroe, pero solo tenía trece años. Nadie le podía reprochar lo que hizo. Apretó el paso y alcanzó el límite del territorio de Storybrooke, donde pensaba que estaría libre, pero se equivocaba. Una pared invisible le hizo rebotar, internándole en el bosque de nuevo. Storybrooke sabía muy bien que estaba condenado, y gastaba sus últimas fuerzas en que esa infección no se extendiese al exterior. 

Ruby intentaba pensar con claridad, en vano.


La persecución se prolongó hasta el punto que Henry no sabía si habían pasado horas o segundos. Sabía que algo pasaría de un momento a otro, la balanza de decantaría por alguno de los dos lados.

Ruby llegó a la conclusión que no sería capaz de acabar con ese chico sin reprochárselo durante toda su vida, pero también comprendía que eso era exactamente lo que debía pasar, por el bien de todos. Al tiempo que reflexionaba sentía cómo las lágrimas caían por sus mejillas, lágrimas intangibles como toda ella. Lloraba porque lo había comprendido, y le gustaría no haberlo hecho. Entonces algo cambió.

Henry intentaba ignorarlo, pero sabía que le estaba empezando a fallar aquello que le impulsaba, y eso implicaba que el lobo se le acercase cada vez más. Entonces Red pensó sobre lo necesaria que era su muerte para el resto del mundo y Henry se preguntó por qué. Y cómo si hubiese enviado un mensaje directo al cerebro de Ruby, este le respondió con una historia...

No podía ser verdad, otra vez no. Ya tenía suficiente con haber muerto una vez hacía tiempo por culpa de su madre al intentar envenenar a su otra madre. Le parecía realmente injusto que ahora tuviese que morir por culpa de su madre biológica. Y aunque al principio insistió en negarse, al fin dudó, y esa duda fue suficiente para liberarse de la magia Oscura que había aprovechado su oportunidad y había utilizado a Henry. Al notar que se desvinculaba de la burbuja, se tranquilizó, lo había logrado, pero su alegría solo duró un segundo, pues al ver dónde estaba se dio cuenta que era demasiado tarde. Se había librado de la burbuja en el momento en que esta entraba por el único lugar que Storybrooke no había podido defender.

Ruby entendió demasiado tarde como debilitar al lobo. Si hubiese dejado de respirar tres segundos antes habría dado tiempo a frenar a la bestia, tres segundos antes habrían sido suficientes para que aminorase la velocidad y le diese tiempo a frenar. Pero cuando la rabia nos ciega, no hay nada que hacer, como tampoco tuvo oportunidad de evitar saltar al pozo, tras una Magia que podría acabar con todo, y acompañando a un niño que sin quererlo se estaba adentrando en un mundo de aventuras y amor, pero también muerte y destrucción


Al tiempo que el pueblo moría gastaba su último halito cerrando el único portal que quedaba abierto. Y entonces Storybrooke dejó de existir

Scribo...ergo sum

Hola a los lectores que todos los sábados por la noche os sentáis en familia alrededor de la pantalla del ordenador esperando con ansia una nueva entrega de mi blog. Sé que he estado ausente, y la culpa es únicamente mía, podéis quejaros (pero poco, que aquí los que no comentáis sois vosotros...)

Bueno, pues eso, dentro de que no tengo excusa estos últimos días estoy más que liadísimo con todo, pero me auguro un verano llenííísimo de cosas que hacer y proyectos que llevar a cabo. Solo espero que con ellos pueda actualizar más a menudo el blog y así ofrecer un contenido de calidad, que al fin y al cabo eso es lo que os merecéis.

Por otro lado, para los que seáis fieles a mi blog os habréis fijado en un par de cambios que quiero explicar:

Primero, habréis visto que he añadido un link (que van a ser dos) en enlaces de interés en mi blog. Son un par de blogs de unos amigos que ya sabía que escribían. Tienen mucho más talento que yo (que no es difícil), así que os animo a echarles un vistazo, y me comentáis.

Y segundo, he ramificado el blog. Ahora hay una sección (que no deja de ser otro blog, Some life scripts) en que recogeré únicamente mis relatos y ensayos, para aquellos que prefiráis admirar mi escaso arte literario en vez de zamparos todos mis post idas-de-olla.

Esta ramificación es debido/gracias a un lector (¡Sí! ¡Tengo lectores! ¿Increíble no?) que me aconsejó el seccionarlo porque no había quien se creyese que la misma persona que escribe Secreto de dos hiciese unos reviews tan efusivos de unos actorazos como son los chicos de Águila Roja. Bueno, yo soy así, y en este blog soy tan sincero como me permiten mis palabras (uy, que tierno quedó eso). En definitiva, gracias lector por tu recomendación.

Una última cosa: ya que no puedo actualizar tanto como quería y un blog se debe a sus seguidores, a partir de ahora trataré de escribiros algunas líneas todos los días. Mensajes breves, cuyo título irá acompañado del término [Actu]. Así sabéis que es una actualización diaria en la que os contaré cómo van mis ideas y mis episodios de demencia transitoria, que no son pocos.

Lo dicho, nos leemos prontito, espero que este pequeño cambio de enfoque del blog sea de vuestro agrado.
Hasta el próximo post ;)


PS. Si algún/alguna iluminad@ viese algún error en el título de este post, le agradecería enormemente la corrección, gracias .