No os entretengo, aquí os dejo la tercera entrega de Secreto de dos...
El título es temporal, acepto ideas jejeje
Desequilibrio
Todo
empezó a temblar, y Henry supo que algo no iba bien. Algo que salió expulsado
de lo más profundo de él tiñó la esfera de magia con un tono azabache que no
auguraba nada bueno. Culpa. Arrepentimiento. Cuando quiso volverse atrás le
pasó como la primera vez, estaba paralizado. Así que decidió tranquilizarse una
vez más y dejar que todo pasase. Ruby también había notado el cambio, pero ella
sí que se preocupó. El instinto que llevaba controlando tantos años se estaba
desatando una vez más, y notaba que perdería el control sobre sí misma de un
momento a otro. Entonces pensó en él, en Henry, y en lo que podía pasar si no
podía controlarse estando él tan cerca.
-CORRE-pensó
con todas sus fuerzas, proyectando de alguna manera ese pensamiento hacia el
chico. Henry lo oyó y sabía que no podía moverse, era inútil, ya lo había
intentado otras veces. Además, sabía que de un momento a otro llegaría el
aislamiento sensorial y entonces no podría percibir ni su propio cuerpo, ¿cómo
iba a correr?
Ruby
se encontraba al límite de sus fuerzas. Su lobo interior no le daba tregua,
intentando hacerse con el control de su voluntad. Estaba hambriento y podía
oler perfectamente la carne fresca a apenas unos metros. Ruby no entendía por
qué Henry no se movía ni un centímetro, y cuando estaba a punto de sucumbir al
Lobo, hizo acopio de las fuerzas que le quedaban y las disparó hacia el chico,
saliendo este despedido de la esfera mágica. Entonces la burbuja se rompió,
liberando así el humo negro que contenía. La magia, esa clase de magia tan pura
mezclada con un sentimiento tan humano como el arrepentimiento...
Era el
fin.
El
aire de Storybrooke empezó a oscurecerse junto a las almas de todos sus
habitantes. La luna dejó de reflejarse en los charcos, un viento sin origen
soplaba en todas las direcciones. Storybrooke enfermó en el acto, y esta
enfermedad la percibieron todos los seres que se encontraban en su territorio.
Pesadillas terroríficas invadieron los sueños de los habitantes de Storybrooke,
pesadillas que solo unos pocos recordarían al día siguiente. Las aves echaron a
volar en mitad de la madrugada para alejarse de ese lugar.
Mas
Henry no se dio cuenta, porque apenas recuperó el conocimiento se encontró
enfrente de un lobo hambriento y dispuesto a atacar de un momento a otro. Echó
a correr. Bien sabía que nada podía hacer contra la velocidad de esa bestia,
pero fue más bien un acto reflejo, mientras esperaba que unas garras le
derribasen desde atrás. Se equivocaba. Aceleró y aceleró y cuando se quiso dar
cuenta apenas percibía los árboles, que iba dejando atrás a una velocidad
endiablada. No entendía porque no le alcanzaba el lobo, a pesar de que lo sentía
a escasos metros de él. Miró hacia abajo y se encontró prácticamente flotando,
avanzando a una velocidad que rozaba lo imposible y sin apenas ver sus piernas.
Aún así, el lobo estaba acortando distancia.
Ruby
se encontraba en una telaraña que la tenía atrapada, no podía mover ni un
músculo. Esa red viscosa se adentraba en ella transfiriéndole lo que estaba
haciendo con su cuerpo el lobo. No era ella quien lo controlaba, de hecho, ella
solo podía observar la cacería como si se tratase del cine. Ella sabía que
lo que controlaba a la bestia era esa magia que había percibido, distinta. La
chica notaba que solo era compartía una pequeña parte de su ser con el lobo, la
correspondiente con sus funciones vitales, pero no se le ocurría como aquello
podría ayudar a Henry, que se acercaba peligrosamente. Cuando apenas se encontraba
a tres metros del chico, lo vió:
Henry
Mills, aquel con el que había compartido tantas veces esa magia ahora estaba
envuelto de ella. Una nube prácticamente transparente le empujaba a continuar,
pero no lo suficiente rápido. Ruby había escuchado leyendas que le había
contado su abuela en las que se teorizaba con qué ocurriría si un humano
mezclase su alma con Su Magia, las teorías más optimistas hablaban del
exterminio de todo ser vivo...
Henry
huía. Al cabo de los segundos pudo hacer balance de la situación. Se encontraba
alcanzando una velocidad increíble a treinta centímetros del suelo sin llegar a
tocarlo, envuelto en algo que lo hacía avanzar, pero no sabía catalogar de
bueno o malo. "Si no llega a ser porque un lobo hambriento intenta devorarme
esto molaría", pensó. Es curioso cómo reacciona la mente humana ante una
situación extrema. En ese caso, Henry se rió de su ocurrencia.
Ruby
escuchaba risas, no sabía de dónde. Unas carcajadas que ya había oído tantas
veces que le fue muy fácil identificar.
-¿Henry?
Henry
escuchó que sus pensamientos le llamaban, estaba volviéndose loco, así que no
perdía nada por responderles.
-Aquí
estoy, ¿con quién hablo?
-Henry,
soy Ruby
Ninguno
había movido la boca, no emitían sonido alguno. Simplemente, se pensaban.
-¿Ruby?
-La
misma
-Ah...
Genial, ¿me haría el favor de dejar de intentar devorarme?-Henry no entendía de
dónde había sacado ese humor, sería por el hecho de que era su mente y no él la
que estaba hablando-. Es algo incómodo, ¿sabes?
-Qué
gracioso, yo que te perseguía porque pensaba que te gustaba.
La
absurdez de conversación que mantenían era debida a que eran sus
subconscientes, y no ellos, los que formulaban las preguntas.
-¿Qué
has hecho Henry?
-No lo
sé. Llevaba haciéndolo muchos meses sin que... Bueno, supongo que tú te diste
cuenta desde el principio, ¿no?
-Sí,
pero nunca había pasado algo así. ¿Qué ha cambiado?
-No ha
cambiado nada, solo traigo lo que llevo puesto y un enfado que no te imaginas.
¿Puede hacer algo un enfado?
Vaya
que si podía. Un enfado era algo muy simple pero al mismo tiempo muy poderoso,
muy humano. Esa clase de cosas que nunca habría que mezclar con Esa Magia.
Entonces
Ruby lo entendió. El lobo trataba de destruir a el que había sentenciado el
mundo en el que vivían, acabando así con el desequilibrio formado. Simplemente
era eso, tan sencillo, su muerte. Pero ella, en un mundo en que todos los
habitantes de su pueblo habían conseguido encontrar la felicidad a su manera
hacía apenas unas semanas, veía incomprensible que ese que corría para salvar
su vida pudiese ser la razón por la que todo terminase.
Henry
sintió EXACTAMENTE lo que estaba pensando Ruby. Él siempre había querido ser un
héroe, pero eso no implicaba que tuviese que morir. No tan pronto. Al fin y al
cabo sería un héroe, pero solo tenía trece años. Nadie le podía reprochar lo
que hizo. Apretó el paso y alcanzó el límite del territorio de Storybrooke,
donde pensaba que estaría libre, pero se equivocaba. Una pared invisible le
hizo rebotar, internándole en el bosque de nuevo. Storybrooke sabía muy bien
que estaba condenado, y gastaba sus últimas fuerzas en que esa infección no se
extendiese al exterior.
Ruby
intentaba pensar con claridad, en vano.
La
persecución se prolongó hasta el punto que Henry no sabía si habían pasado
horas o segundos. Sabía que algo pasaría de un momento a otro, la balanza de
decantaría por alguno de los dos lados.
Ruby
llegó a la conclusión que no sería capaz de acabar con ese chico sin reprochárselo
durante toda su vida, pero también comprendía que eso era exactamente lo que
debía pasar, por el bien de todos. Al tiempo que reflexionaba sentía cómo las
lágrimas caían por sus mejillas, lágrimas intangibles como toda ella. Lloraba
porque lo había comprendido, y le gustaría no haberlo hecho. Entonces algo
cambió.
Henry
intentaba ignorarlo, pero sabía que le estaba empezando a fallar aquello que le
impulsaba, y eso implicaba que el lobo se le acercase cada vez más. Entonces
Red pensó sobre lo necesaria que era su muerte para el resto del mundo y Henry
se preguntó por qué. Y cómo si hubiese enviado un mensaje directo al cerebro de
Ruby, este le respondió con una historia...
No
podía ser verdad, otra vez no. Ya tenía suficiente con haber muerto una vez
hacía tiempo por culpa de su madre al intentar envenenar a su otra madre. Le
parecía realmente injusto que ahora tuviese que morir por culpa de su madre
biológica. Y aunque al principio insistió en negarse, al fin dudó, y esa duda
fue suficiente para liberarse de la magia Oscura que había aprovechado su
oportunidad y había utilizado a Henry. Al notar que se desvinculaba de la
burbuja, se tranquilizó, lo había logrado, pero su alegría solo duró un
segundo, pues al ver dónde estaba se dio cuenta que era demasiado tarde. Se
había librado de la burbuja en el momento en que esta entraba por el único
lugar que Storybrooke no había podido defender.
Ruby
entendió demasiado tarde como debilitar al lobo. Si hubiese dejado de respirar
tres segundos antes habría dado tiempo a frenar a la bestia, tres segundos
antes habrían sido suficientes para que aminorase la velocidad y le diese
tiempo a frenar. Pero cuando la rabia nos ciega, no hay nada que hacer, como
tampoco tuvo oportunidad de evitar saltar al pozo, tras una Magia que podría
acabar con todo, y acompañando a un niño que sin quererlo se estaba adentrando
en un mundo de aventuras y amor, pero también muerte y destrucción
Al tiempo
que el pueblo moría gastaba su último halito cerrando el único portal que
quedaba abierto. Y entonces Storybrooke dejó de existir