Yo ante un examen
Parecía que el momento no llegaría nunca y aquí estoy,
viendo cómo la tutora coge el montón de exámenes que tiene que repartir. Se
ríe. Me pregunto si es porque, al ver las preguntas y conociendo nuestros
métodos de estudio, no estudio más bien; sabe que estamos perdidos. O a lo
mejor solo se ríe porque disfruta viéndonos estresarnos desde las nueve y
cuarto de la mañana. Vaya una sonrisa, qué forma de ponernos nerviosos con tan
poco: una pequeña risa. Risas como las que nos echaremos los últimos segundos
del examen, cuando se oiga a la profe
aproximarse sin ninguna clase de piedad para recoger los exámenes y los
últimos, entre los que me encontraré, escribamos como si nos fuese la vida en
ello. Nueve y veintiséis, lo que hace que tengamos que entregar el examen
aproximadamente a las diez y cincuenta y seis con tres décimas, todos conocemos
la exactitud con la vive la profe de física… Aunque parece que empezaré a y
veintiocho, ha empezado a repartir por la otra esquina de la clase y con los
exámenes del revés. Siempre me pregunto por qué la gente no dedica esos
preciosos segundos para apuntar en las hojas las odiosas fórmulas del diablo,
no hay persona humana que pueda con todas. Si hay alguien capaz de recordarlo
todo, que me explique qué clase de mecanismo secreto controla su cerebro. Ni
Johnny Mnemonic... Pero no, la gente prefiera mirar a trasluz de la hoja para
ver si son capaces de vislumbrar algo. Es mucho más útil intentar ver algo dos
segundos antes que el resto, algo que vas a tener delante durante la próxima
hora y media; mucho más útil que copiar las odiosas fórmulas. Energía.
Potencia. Velocidad, como la que voy a necesitar si quiero acabar este examen
un día de estos. A ver si se da vidilla la profe, que parece que está disfrutando
de nuestra agonía repartiendo tediosamente cada hoja. Qué forma más mal
disimulada de hacernos sufrir, si es que le falta cuadrar perfectamente cada
hoja con cada mesa, con tal de perder aún más el tiempo… Alea iacta est. Cada
segundo que pasa una fórmula huye de mi mente para dejar espacio a los nervios
y al odio que le estoy cogiendo a la profesora. Por lo menos sé que la cabeza
no me va a explotar; que esta mañana, cuando daba un último repaso mientras
desayunaba, casi muerdo los apuntes y me estudio las galletas. Entonces creía
que la cabeza me explotaría. Ahora, que tengo la sensación de cada vez saber
menos; no lo hará. Aunque me pregunto si la profe lo hará: nos pondrá una
pregunta del último punto que estudiamos en el último instante de la última
clase, sabiendo que será nuestra perdición. Así no hay quien se concentre, a
este paso va a calcular la energía cinética mi estimada amiga la tutora. Ya
solo quedan cuatro personas para que deje el maldito examen en mi mesa, y acabe
la incertidumbre para que comience el juego. Esto es así, mi mente científica
formada por neutrones, protones, y electrones que oscilan a una velocidad
insospechada está a tope. Me pregunto qué estará pasando por la cabeza de la
profe, y qué estaría pensando si supiera que le quedan dos segundos de vida,
los dos que tarde en aproximarse a mi mesa y ser destruida. Madre mía, la
película de ayer me ha trastornado un poco. Un poco más, mejor dicho. Ahora que
deja caer el examen, la muy ingrata se atreve a decir que demos la vuelta a la
hoja, la hoja que ni siquiera ha tocado mi mesa, todavía está en el aire
precipitándose al vacío con una aceleración que sería uniforme de no ser por la
constante fuerza de rozamiento que el aire ejerce sobre ella. Madre, qué clase
de demencia estaré desarrollando para pensar tan absurdamente. Bueno, ya está,
di la vuelta a la hoja, pregunta única. Antes de leerla, solo queda santiguarse
aunque sea para pedir fortuna al gotelé del techo. Dichosas gotas de pintura
que no tienen que hacer ningún examen… ¡Las fórmulas! Tengo que copiarlas antes
de nada para no incurrir en el error de mis amigos los incautos… En casa tardé
siete minutos en copiarlas todas, aquí he perdido nueve pero es normal por los
nervios y porque no lo he repetido quince veces seguidas como ayer. Además, es
pregunta única, parece que el tiempo no va a ser problema. A por la pregunta,
cuatro líneaPERO QUÉ?! Esto debe ser una broma. Una maldita broma, una puñetera
broma de mal gusto… “EXAMEN DE HISTORIA. Resuma con minuciosidad y aludiendo
a ejemplos explicativos las principales causas sociales, políticas y económicas
que llevaron al inicio de la IIIª Revolución Industrial, así como sus
principales características, desarrollo y consecuencias que tuvo en la sociedad
de finales del s.XX”. Noto como, sin quererlo, las lágrimas empiezan a
brotar de mis ojos. Los cierro un segundo antes de que la profe se dé cuenta,
ya tengo bastante con saber que he suspendido el examen. Ojalá esto no
estuviese ocurriendo, ojalá sea una pesadilla. No, definitivamente es una
pesadilla, pero estoy despierto, ojalá, ojalá, ojalá por un momento nada de
esto estuviese pasando. Ojalá…voy a abrir los ojos, creo que podré controlarme
y la profe va a pensar que estoy durmi… NO. NO NO NO NO. NO PUEDE SER. ESTO NO
PUEDE SER CIERTO. ¿¡ACASO ME HE VUELTO LOCO DEFINITIVAMENTE?!
Continuará...
Continuará... Rezaba el final, pero el quid de la cuestión está en el cuando
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